viernes, 25 de julio de 2014

APLICACIÓN DE LOS ENFOQUES DEL CIPPSV EN LOS PROCESOS DE ORIENTACIÓN

Enfoque A: modelo fisiológico vs modelo sociocultural
          El modelo fisiológico permite al orientador analizar las respuestas de la persona ante los estímulos y poder determinar cuando son conductas fisiológicas, si forman parte de una variante fisiológica o en su defecto si traspasan el límite hacia lo patológico. Un ejemplo sería El hambre o ganas de comer:
          El ser humano siente la necesidad de alimentarse porque el organismo así lo exige. Puede posponerse, pero estará presente hasta ser saciada. En las conductas patológicas se genera un desorden en el proceso fisiológico de cierto comportamiento que lleva a la compulsión y aumenta la frecuencia de emisión, sin que el sujeto tenga plena consciencia  o controle sus acciones. En el caso del hambre, estaríamos hablando de una conducta patológica cuando la persona se aleja de las pautas de alimentación saludables consumiendo comida en exceso en periodos de tiempo muy cortos, para después buscar o eliminar el exceso de alimento a través de ayunos, vómitos o laxantes.
           Ante el modelo sociocultural el orientador tiene la tarea de ayudar al consultante a delimitar las conductas como socialmente aceptadas y socialmente rechazadas de forma tal que pueda asumir responsabilidades que le permitan tomar decisiones. Un ejemplo sería:
          Eructar en la mesa. Este comportamiento aunque es una respuesta fisiológica, es culturalmente controlada y censurada desde que somos niños, porque es algo que va en contra de la buena educación que se recibe en el hogar, sin embargo, hay que insistir en el carácter cultural de la aceptación o rechazo de las conductas porque por ejemplo, en países árabes el eructar en la mesa después de comer es visto como acto de satisfacción e incluso puede considerarse un insulto al anfitrión sino se demuestra.
Enfoque B: criterio de normalidad
          El enfoque B  permite al orientador diferenciar los conceptos de normal, variantes de lo normal y cuando la conducta excede el límite y se convierte en anormal. Muestra al profesional las diferentes variables que pueden influir como base en la determinación de la normalidad y la anormalidad. Además refleja la importancia de considerar el entorno geográfico, el momento histórico en el que se emite la conducta y la posición ideológica de quien la juzga. Sirve como fuente de referencia para establecer diferencias objetivas entre los  términos para clasificar una conducta.
          El factor sociocultural es relevante, ya que lo que en una sociedad puede ser aceptado como “normal” en otra puede ser rechazado por considerar que rompe con los límites impuestos por la mayoría. Así por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo es social y legalmente aceptado en algunos países, mientras que en otros se considera un acto aberrante que va en contra de los valores religiosos y morales de lo que se considera como una pareja o familia.
Enfoque C y D:
          El enfoque C establece claramente los límites entre  los conceptos: Afecto/amor, ejercicio de la función sexual y reproducción, nos dice que cada uno es independiente y  a su vez muestra las posibles conjugaciones entre los mismos.  Aporta claridad acerca de situaciones que se presentan  entre las parejas y que generan unas veces dudas, otras veces conflicto e incluso rupturas. Un ejemplo: una pareja que consulta porque ella quiere el divorcio, por infidelidad del esposo.  Ella duda del amor de su esposo  y él  a su vez dice amarla y que la relación extramarital fue solo un desahogo sexual.
          En este caso existe amor/afecto en ambos miembros, pero falla la función sexual (conjugación 1). El profesional debe establecer parámetros para definir cada concepto de forma individual, de tal manera, que la esposa entienda que su esposo no deja de amarla por realizar el ejercicio de la función sexual con otra persona y en el caso de él que ella no deja de amarlo, solo por no querer tener ejercicio de la función sexual. La finalidad es aclarar los errores de conceptos y que cada uno pueda separar y entender lo que le pasa al otro miembro de la pareja para finalmente trabajar en esas creencias en beneficio del matrimonio.
          El enfoque D nos muestra los tipos de pareja según las conjugaciones de amor y ejercicio de la función sexual.  Sirve como instrumento de evaluación del estado individual de cada persona y de la pareja en si, así como, para predecir su pronóstico. Un ejemplo puede ser una pareja donde existe amor, pero hay fallas en el ejercicio de la función sexual de parte de ella, debido al nacimiento del primogénito.  Ella, manifiesta estar agotada por el cuidado del bebé y él ya no tolera la indiferencia de su esposa. Aquí hay que  distinguir cada concepto, amor y función sexual  de forma individual, para así evaluar y diagnosticar en que estado está cada aspecto. Según el enfoque D se tiene en el tipo de pareja la conjugación 4 representada así: Él (A – EFS) – ELLA (A – EFSo)
Enfoque E: roles
          Este enfoque sirve de autoevaluación para el individuo tomando en cuenta la cantidad de conductas que realiza dentro de cada rol. Al orientador le es útil para mostrar al consultante la distribución que está haciendo de sus conductas en los diferentes roles, de forma tal que pueda determinar la operatividad de cada uno. Utilizando las siete cruces disponibles para asignar a las conductas entre todos los roles: hijo, padre/madre, esposo (a) y persona se tiene como ejemplo:
          Mujer de 35 años, profesional, independiente, divorciada y madre de una niña de 6 años. Hace la siguiente autoevaluación: hija (++), madre (+++), esposa (no tiene pareja), persona (++).
Enfoque F y G: objetivos y metas – toma de decisiones.
          El enfoque F  es de utilidad para el orientador ya que le proporciona una herramienta para ayudar al consultante  a definir el ¿para qué? Lleva a cabo ciertas conductas en su vida. Promueve la responsabilidad y la reflexión en cuanto a las acciones que lleva a cabo el consultante. Permite que asuma consecuencias y que planifique objetivos y metas en función de sus acciones futuras.

          El enfoque G plantea al orientador la necesidad de guiar al consultante hacia la toma de decisiones ante una decisión problemática. Como ejemplo se presenta el caso de un hombre de 40 años, divorciado desde hace 4 años y que consulta porque sus relaciones no son duraderas y no sabe que le sucede. El orientador  utilizando el enfoque G debe guiar al consultante a: identificar y analizar el problema, identificar los criterios de decisión y ponderarlos, definir la prioridad para atender el problema, generar las alternativas, evaluarlas, elegir la mejor, aplicar la decisión y finalmente evaluar los resultados.

2 comentarios:

andreina Romero dijo...

muchas gracias,la información esta muy bien definida.

Unknown dijo...

Excelente, gracias, bien detallado.